El burdel del Diablo
Aldo Ramírez
No importa la edad, la condición social, la actividad que se realice o el lugar. Puede ser con un seudo piropo o directamente una agresión sexual. No existen las mujeres que, en nuestro país, no hayan sido violentadas por un desconocido, solo o acompañado, en una calle, en el transporte público, en una escalera mecánica, a la salida de un banco, en una plaza. Estamos hablando del acoso callejero, una forma de violencia contra las mujeres que ha permanecido silenciada durante demasiado tiempo y que, finalmente, está rompiendo las barreras culturales que lo han permitido
Estableciendo que el tema del acoso callejero es real y tangible también me doy cuenta de cómo la normalización de este fenómeno va en piloto automático, “bueno es que eso es cultural” he escuchado de personas (tanto mujer como hombre) sobre este problema. Sin embargo, debo diferir sobre si es algo minúsculo o cultural; expresando mi deseo de ver más campañas acerca de este tema, no solo el irrespeto que se da a las mujeres que transitan los espacios públicos, sino al concepto de acoso de forma global y en todas y cada una de sus formas.
No habrá ley que pueda erradicar el problema mientras que no reconozcamos el tema del acoso como real y palpable; y en función de ello darle la relevancia que merece, sensibilizar tanto a hombres en el fomento de una cultura de respeto como a mujeres en miras de que no normalicen este asunto, pero sobre todo entender que es un problema de todos a nivel de género, de clase social y económica. Fomentar una cultura de respeto hacia las mujeres que son la población vulnerada en este caso en particular, pero también hacia todos los individuos solo por el hecho de ser humanos.
Me parece un buen texto, pues se habla con una perspectiva real, es decir, se expone que es un tema que no siempre es tomado en cuenta por lo normalizado que desgraciadamente está, y que a pesar de que las mujeres somos las principales víctimas, realmente cualquiera puede ser violentado de este modo.
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